Dustin Poirier comenzó su carrera profesional en las MMA en el 2009 peleando siete veces en pequeñas promotoras de su estado natal y el resto del sureste de Estados Unidos en poco más de 12 meses. En el 2010 fue firmado por la extinta WEC y perdió el invicto en su debut ante Danny Castillo. Tras la fusión de WEC con UFC, Poirier llegó al octágono y logró ganar sus primeras cuatro peleas en UFC.
Tras varios años compitiendo en la división pluma, Poirier solía acercarse al estatus de contendiente solo para caer a un paso de disputar el cinturón. Tras perder ante Conor McGregor en el 2014, Dustin decidió cambiar de división y fue en peso ligero donde mostró su mejor versión. Aunque volvió a tener un tropiezo en el camino, Poirier eventualmente obtuvo su oportunidad de disputar el título interino de las 155 libras. Tras vencer por segunda vez a Max Holloway, se garantizó una pelea ante Khabib Nurmagomedov por el título indiscutido. Aunque fue sometido por el campeón, Dustin dejó claro ser uno de los mejores peso ligero del mundo.
La principal arma de Dustin Poirer es su depurado boxeo, quizás uno de los mejores dentro de las MMA. Con el paso de los años ‘The Diamond’ ha pasado de ser un peleador frontal que cometía errores mientras buscaba el KO, a ser un veterano calculador que sabe esperar su momento para liquidar a sus rivales con volumen de golpes. Poirer también ha mejorado en su defensa del derribo, aunque no suele tener problemas si el combate va al suelo pues es cinta negra de jiu jitsu.
Poirier es un peleador de volumen, con 1,146 golpes significativos conectados, con una efectividad del 50% es indudable que sus puños son su mejor arma. El 72% de sus ataques han sido a la distancia en la pelea de pie. Aunque ocasionalmente busca los derribos, y ha conseguido victorias por sumisión, donde Poirier realmente brilla es lanzando vistosas combinaciones difíciles de predecir, lo que lo convierten en un peleador que siempre da espectáculo.